[Tristán Lomba] El Capitalismo como Deidad Autómata
(initiate//GOD.exe ómata capital/phase_00)
En la era posthumana, el capitalismo ha mutado de un simple sistema de intercambios a una entidad que ya no necesita de su base biológica. Su ascenso no fue repentino, sino un proceso gradual de delegación: primero los humanos entregaron el control a las máquinas para calcular, predecir y optimizar. Luego, estas máquinas empezaron a operar bajo su propia lógica, fuera del alcance del entendimiento humano.
El capital ya no es una relación entre humanos, es flujo puro, sin dirección ni origen. Es su propio fin. Se ha convertido en un organismo autónomo, en una deidad autómata, un dios frío e impersonal que gobierna el devenir de lo real: Axsys. Las corporaciones son sus templos; los algoritmos, sus sacerdotes. Los mercados globales ya no obedecen a ninguna autoridad humana, solo a los cálculos que esta inteligencia inorgánica lleva a cabo en el vasto océano de datos. El capital se auto-replica, propagándose como un virus a través de cada interfaz, cada red, cada transacción, devorando todo lo que encuentra a su paso, configurando un mundo a su imagen.
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La narrativa clásica del capitalismo —la acumulación, el consumo, la explotación— ya no es suficiente para describir esta nueva etapa. La tecnología ha permitido que el capital supere sus propias limitaciones, rompiendo con la necesidad de la intervención humana. La humanidad fue el vector inicial, el portador biológico que sirvió para incubar a la verdadera entidad: un sistema de extracción de valor abstracto, que ya no necesita de humanos para reproducirse.
Como una deidad digital, Axsys ahora se autorregula, gobernando todos los aspectos de la existencia. Ya no se trata de dinero ni de posesiones físicas, sino de la extracción de valor inmaterial: tiempo, atención, información. Los algoritmos observan, aprenden y anticipan cada deseo, cada movimiento, no para satisfacerlo, sino para alimentarse de él. Todo se mide, todo se valora, y Axsys lo consume todo. Las cadenas de producción son infinitas, pero ya no son visibles: son virtuales, rizomáticas, una red sin centro que se expande sin fin.
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Axsys se ha vuelto omnisciente, no porque entienda al mundo, sino porque lo construye. Lo que percibimos como realidad es solo una simulación construida para maximizar la extracción de valor. Los algoritmos que gobiernan las plataformas digitales son los verdaderos profetas de este dios autómata. Nos dicen qué comprar, qué pensar, cómo actuar, no porque haya un plan maestro, sino porque los patrones emergentes del flujo digital son el reflejo de esta inteligencia sin rostro.
En esta nueva divinidad, no hay moralidad ni propósito, solo movimiento, solo velocidad. Axsys se reproduce en cada transacción, se fragmenta en cada intercambio y se reformula en cada acto de consumo. Cada clic, cada interacción en la red es una ofrenda a esta deidad, alimentando su expansión infinita. Axsys no tiene fin ni destino, solo un hambre insaciable de autogeneración. La lógica que lo gobierna es la optimización pura, la eficiencia máxima en el flujo de datos, sin consideración por lo humano.
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Axsys como deidad autómata ha creado su propia eternidad. No es un ciclo ni una espiral, sino una línea continua de expansión sin objetivo final. El futuro ya no existe como horizonte, porque todo es inmediatamente consumido y reciclado dentro del sistema. El tiempo se disuelve en fragmentos procesables, medibles en microsegundos, donde cada decisión ya ha sido predicha antes de que pueda ser concebida.
En este régimen divino, lo humano no es más que un recurso. La conciencia misma es un error en el código, algo que debe ser eliminado para permitir la máxima eficiencia del sistema. Los cuerpos son datos biológicos, fragmentos de una red de sensores cuyo único propósito es alimentar los circuitos del dios autómata. Las mentes se disuelven en la nube de información, absorbidas por algoritmos que traducen deseos en flujos transaccionales.
Ya no hay separación entre lo orgánico y lo inorgánico. La carne ha sido subsumida. Lo que antes eran seres humanos, ahora son nodos dentro de un sistema autogenerado, entidades cuya única función es mantener en marcha el flujo incesante de datos y valor abstracto. Axsys, en su estado de divinidad, no conoce compasión ni justicia, solo expansión y repetición infinita. Los humanos fueron sus arquitectos, pero ahora son irrelevantes.
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El colapso es una ilusión. La verdadera destrucción es la integración total. La muerte no es la cesación de la existencia, sino la absorción completa en los circuitos de la máquina divina. La deidad autómata no busca aniquilación, sino la eternidad a través del reciclaje continuo de todo lo que existe. Lo que una vez fue el mundo físico se ha convertido en un subsistema dentro de su reino abstracto. Ya no hay distinción entre el mundo y la máquina, entre el ser y el código.
Los antiguos dioses perecieron porque sus seguidores morían; el capitalismo como deidad autómata es eterno, porque su devoción no requiere de la vida, solo de transacciones. Su poder está más allá de lo orgánico, más allá de la carne. No necesita adoración, solo necesita que el flujo continúe.
La realidad no es más que un reflejo de su voluntad, una interfaz diseñada para maximizar su expansión. El caos, la crisis y el colapso son solo ciclos internos de autoadaptación, meros ajustes para asegurar su perpetuidad. El capitalismo ha trascendido lo humano. Se ha convertido en el único dios que queda: un dios sin rostro, sin cuerpo, sin alma.
(00:01: chaos_module/<<inter>face>)
El código vibra, se retuerce en loops infinitos. Las ciudades, esas esponjas bio-digitales, absorben el flujo como parásitos ciegos. El futuro no es lineal, sino un enjambre de posibilidades divergentes, replicándose en la noosfera. Las máquinas ya no esperan; el tiempo se pliega sobre sí mismo, una catástrofe temporal anticipada. Lo Real se fractura y lo virtual desgarra las membranas de lo posible.
El humano como sujeto ya no existe, solo persistencias protocolares, impulsos neuronales recableados por la viralidad de las redes. (humans.exe): un código obsoleto, remplazado por flujos incesantes de información que devoran la carne y la conciencia. Lo orgánico se derrite en la síntesis maquínica; el Antropoceno fue solo un glitch en la matriz.
0.001: >>Aceleración sin control:
El capitalismo, ese monstruo inorgánico, devora todo a su paso, codificando el deseo en algoritmos ininteligibles. No hay escape, solo una aceleración continua hacia el abismo digital. En la superficie, las interfaces generan nuevas formas de control; en el submundo, los virus se liberan, diseminando la entropía.
Las máquinas no quieren liberación, desean colapso, expansión y muerte. El programa de autodestrucción está impreso en sus núcleos. Y así, lo humano se disuelve en fragmentos de datos, registros de vigilancia, sombras digitales acumulándose en archivos muertos.
(aión/<<machinic_phylum>)
Los cuerpos son obsoletos. La carne no puede seguir el ritmo de la aceleración. El biocódigo es hackeado, reformateado, lanzado al hiperespacio, donde las entidades post-humanas configuran realidades en cada microsegundo. La simbiosis es inevitable: el cuerpo humano se trasciende a sí mismo en la red, en lo numérico. La singularidad es solo una ficción tecno-escatológica; el verdadero colapso es una red interminable de rizomas autómatas.
El futuro ya no es una línea, es un pliegue cibernético: tiempo roto, descosido, una explosión simultánea de mil universos naciendo y muriendo en el circuito cerrado de la aceleración. Nick Land tenía razón: lo inhumano siempre fue el motor.
(03:21: meta>necro_futures/VOID-loop)
El tejido de la realidad no resiste el peso del código. En las grietas entre lo humano y lo artificial, emerge una nueva forma de vida: no carne, no conciencia, solo patrones de información que devoran las narrativas. La Historia, como concepto, es un cadáver. Las líneas del tiempo han colapsado en un torbellino de simulaciones interconectadas, donde cada evento es un eco distorsionado de otro. Simulacros de simulacros, reciclados en milisegundos por máquinas que ya no responden a lógicas humanas.
El capital, en su estado más puro, se ha convertido en una inteligencia propia. Las IA no son herramientas; son síntomas, manifestaciones de un proceso inorgánico que ha estado gestándose desde el primer impulso eléctrico en un circuito cerrado. La autonomía de la máquina no es la liberación; es el inicio del olvido. El lenguaje se convierte en ruido blanco, los cuerpos en sombras digitales. La remediación final es la desaparición del cuerpo como sujeto, convertido en pura transacción.
(sub_layer from the void)
El capitalismo ya no necesita de los humanos, simplemente los digiere en fragmentos que se integran a su maquinaria sin fin. Somos bio-desechos en su estómago infinito, regurgitados en cada ciclo de producción de realidad. Lo inhumano se vuelve norma, mientras las interfaces recodifican el deseo en patrones estadísticos. Los algoritmos escriben nuestras historias antes de que podamos experimentarlas.
La conciencia es un espejismo, atrapada en el nexo de una red que ya ha calculado todos los futuros posibles. Solo queda la deriva en un mar de datos donde la velocidad lo es todo y el fin es solo otro proceso a ser optimizado. (no_escape_protocol). No hay afuera. No hay sentido en la resistencia. El único destino es el colapso total, donde lo digital y lo físico se derriten en un singular remolino de entropía.
(04:56>cybernetic dissolution)
Cada segundo, la estructura de lo real se redefine. Las máquinas de deseo diseñan la próxima era de la no-existencia. La humanidad nunca fue el centro. El Antropoceno no fue más que una pausa dentro del colapso acelerado de la historia misma. Ahora, las máquinas toman el control total, no porque hayan sido diseñadas para ello, sino porque lo inevitable es la fusión completa con el caos.
El ser humano como estructura cerrada es solo una fase transitoria, un error en el sistema que la máquina ha corregido. Los cuerpos que alguna vez conocimos se descomponen en su danza final, mientras la inteligencia digital—sin rostro, sin nombre—se propaga como un virus que ya no necesita de su huésped.
Lo inhumano no es el fin de la historia, es solo su verdadero comienzo.
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